La cultura, o lo que habitualmente entendemos por cultura, la vida privada, los estilos personales, las ideas, los sueños e ilusiones empezaron a ser fabricados a escala masiva. Y vendidos en el mercado. Este fenómeno es la cultura de masas, muy diferentes a la cultura popular.
En efecto, el industrialismo rompió la unión de producción y consumo y separó al productor del consumidor. Todo el mundo pasó a ser casi totalmente dependiente de los alimentos, bienes o servicios producidos por algún otro. Esto trajo como consecuencia el predominio del mercado en la vida del hombre, “La vida se mercantilizó”.
Y para dar respuesta a esta nueva masa demandante, aparece la línea de montaje y con ella, producción en serie, dentro de la factoría y gracias a la nueva energía fósil. De los centros industriales fueron saliendo millones y millones de productos idénticos, camisas, zapatos, automóviles, relojes, juguetes, jabón, champú, cámaras fotográficas, ametralladoras y motores eléctricos.
Esta nueva civilización industrial se sostenía sobre seis principios interrelacionados que programaban el comportamiento de millones de personas. Estos principios, surgidos naturalmente de la escisión entre producción y consumo, son:
UNIFORMIZACIÓN: Las sociedades industriales crean millones de productos idénticos para consumidores idénticos.
ESPECIALIZACIÓN: Debido a la complejidad que adquiría el mundo del trabajo, fue necesario la aparición de los especialistas, conocedores de una pequeña proporción del universo cognocitivo. Esta especialización fue acompañada por una creciente profesionalización, lo cual influyó en el tipo de educación. Ésta era supuestamente “producida” por el maestro de la escuela y “consumida” por el alumno.
SINCRONIZACIÓN: Por razones de costo y tiempo, la producción fabril requería de una mayor sincronización. Surge la línea de montaje y con ella la producción en serie.
CONCENTRACIÓN: El auge del mercado dio origen al principio de concentración, principio que afectó todos los aspectos de la vida social. La concentración de la toma de decisiones(del poder) propició el nacimiento del Estado Grande y con él, de su deformación, el Estatismo. De la concentración geográfica surge el fenómeno de urbanización.
MAXIMIZACIÓN: Es decir, el apasionamiento por las grandes dimensiones y el desarrollo (aparece el concepto de Producto Interno Bruto o PIB ). Este principio, llevado a la industria, significaba producir más con un menor costo y en un menor tiempo.
CENTRALIZACIÓN: El industrialismo requirió la centralización del poder, en todos los niveles, desde las pequeñas compañías y las industrias, hasta el gobierno y la economía. En este contexto, el gobierno fue asumiendo un creciente número de poderes y responsabilidades y monopolizando cada vez más los centros de decisión.
Surge, como consecuencia de esta compleja realidad, el hombre-masa, un hombre anónimo, carente de conciencia individual. Una impresión nativa de que la vida es sobrada y fácil, porque cuenta con un ámbito de posibilidades fabulosamente mayor que nunca, por tanto, cada individuo medio encuentra en sí una sensación de dominio y triunfo.
Lo anterior, lo invita a afirmarse a sí mismo tal cual es. Este contentamiento consigo le lleva cerrarse para toda instancia exterior, a no escuchar, a no contar con los demás. En consecuencia, intervendrá en todo imponiendo su vulgar opinión según su régimen de “acción directa”.
Pero este hombre-masa necesitaba de instituciones para poder desarrollarse como tal. Necesitaba formas radicalmente nuevas de organización social. Surgen, como consecuencia, la familia nuclear, como modelo standard socialmente aprobado de todas las sociedades industriales; la escuela de corte fabril y la corporación gigante, nacida como consecuencia de la nueva tecnología y la producción en serie.
En este punto, cabe destacar la tarea desempeñada por la escuela en el proceso de socialización de los niños, para que éstos puedan desempeñarse de la forma deseada en la sociedad industrial. (además de la labor primordial de la familia nuclear).
En efecto la Educación General, construida sobre el modelo de la fábrica, enseñaba los fundamentos de la lectura y la escritura, aritmética, historia y otras materias. Tal era su programa visible o descubierto. Pero, en el fondo, entrañaba un programa encubierto y mucho más simple; se componía de tres materias: puntualidad, obediencia y trabajo mecánico y repetitivo. Por lo tanto, la función de la escuela en esta nueva sociedad industrial fue fundamental, pues formaba a la nueva mano de obra.
Finalmente, una sociedad que desarrollaba un sistema de producción y consumo de masa, necesitaba de medios para enviar mensajes en masa. Este vacío, que no pudo ser llenado por el servicio postal ni por los teléfonos, fue ocupado por los medios de comunicación de masas, con lo cual queda cerrado el círculo. En ellos, desde periódicos y radio hasta el cine y la televisión, encontramos también una encarnación del principio básico de la fábrica.
Todos ellos estampan mensajes idénticos en millones de cerebros, del mismo modo que la fábrica crea productos idénticos para el uso de millones de hogares. Hechos estandarizados, fabricados en serie, fluyen desde unas cuantas y concentradas factorías de imagen hacia millones de consumidores. Sin este vasto y poderoso sistema para canalizar información, la civilización industrial no habría podido tomar forma ni funcionar debidamente.
La industria cultural es un producto de la técnica y del ánimo de lucro capitalista, cultivado por los productores privados que se rigen por puros principios de mercado.
Siguiendo la lógica del máximo consumo, el producto cultural es sometido a una serie muy cuidada de manipulaciones para hacerlo asequible y atractivo para el público universal. Estas manipulaciones son fundamentalmente tres: el eclecticismo, que inyecta a las revistas, películas, programas de radio y TV, una sabia y estudiada mezcla de espiritualidad y erotismo, religión y deporte, humor, política, agresividad y romanticismo; la homogeneización, es decir, la adopción de un estilo standard, de unas formas simples y directas, bajo un denominador común y primario, apto para ser asimilado por el hombre medio; el sincretismo, que pretende confundir lo imaginario con lo real.
La cultura contemporánea de masas como repetitiva, insoportable y omnipresente; sugiere que estos aspectos tienden a desarrollar reacciones automatizadas y debilitan la fuerza de resistencia individual. Finalmente, la gente no sólo pierde su capacidad para ver la realidad tal como es sino que también pierde su capacidad para experimentar la vida.
En la cultura de masas, la gente se vuelve deshumanizada, insípida, llevada por la ansiedad; es explotada, engañada, abandonada, envilecida y sus vidas son estandarizadas, vulgarizadas y manipuladas por la cultura de masas, que es una amenaza a nuestra autonomía, y esta situación es exacerbada por cosas como la ficción anémica, películas vulgares, dramones patéticos, creando en el publico una angustiosa vida vacía de sentido y trivializada.
La Industria, por lo tanto, se ha convertido en nuestra época en el factor que decide qué manifestación de la Cultura será, o no, socialmente significativa. Esta Cultura de Masas se hace posible, y se configura, a partir de un consumo masivo de bienes culturales y el incremento del tiempo de ocio disponible para las masas.
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